Editor de Salud.
Sus víctimas se cuentan por millones y muchas son mujeres. La migraña –también conocida como jaqueca– es un tipo de dolor de cabeza que afecta al 12% de la población española. La mayoría de los pacientes son mujeres porque las hormonas (estrógenos) juegan un papel relevante en el desarrollo de esta dolencia. Además, se estima que de los más de cuatro millones de españoles afectados, 1,2 millones son crónicos –padecen dolores más de 15 días al mes– y están incapacitados para desempeñar cualquier labor durante el tiempo que duren las crisis.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la migraña se sitúa en el puesto número 19 en la clasificación de enfermedades discapacitantes, lugar en el que se estima que el impacto de padecer un ataque migrañoso grave puede ser comparable al efecto que sobre una persona tendría el hecho de ser tetrapléjico o de sufrir esquizofrenia. En esta misma línea, según los resultados del proyecto Concienciación, Información y Educación para Neurología en Migraña (CIEN), casi el 70% de los afectados asegura que este tipo de cefalea influye negativamente en el desarrollo de sus actividades diarias en todas sus vertientes, siendo el trabajo y los estudios las principales áreas afectadas, seguidas del ocio. En el ámbito laboral, cada paciente migrañoso pierde de media entre cinco y siete días de trabajo al año. Pero, el impacto también alcanza el nivel psicológico. La doctora Margarita Sánchez del Río, directora del Programa de Cefaleas del Servicio de Neurología de la Clínica Ruber, asegura que “la depresión y la ansiedad son tres veces más frecuentes entre los pacientes que sufren este tipo de dolor de cabeza que entre la población general. En estos casos también se debe tratar el problema asociado”. Enfermedad discapacitante Pero lo cierto es detrás de todas estas estadísticas se esconde un paciente resignado, ya que sólo unos pocos afectados buscan remedio. El componente hereditario asociado a esta patología puede ser un motivo por el cual el paciente no solicite ayuda. Muchos afectados han visto sufrir a sus madres o a algún familiar y piensan que ellos también tienen que asumir este dolor. Los expertos insisten en que esta actitud es un error y lanzan un mensaje optimista: este trastorno se puede combatir y prevenir. No obstante, el problema no se limita únicamente a que el paciente no solicite ayuda médica. El 40% de los afectados cronifica su enfermedad por el uso incorrecto o el abuso de los tratamientos farmacológicos y el retraso en el diagnóstico. En concreto, todavía pueden pasar de media entre cinco y 10 años hasta que un afectado es diagnosticado. Un tiempo peligroso, porque normalmente se tiende hacia la automedicación, con las graves consecuencias que acarrea. Novedades en el tratamiento Los especialistas insisten en que el diagnóstico y el tratamiento deben ser individualizados, por lo que es clave ir al médico cuanto antes para que el profesional prescriba el mejor medicamento, según las características del paciente. “En principio, para hacer frente a una migraña lo habitual es emplear analgésicos, pero en muchas ocasiones son insuficientes, entonces se debe recurrir a antiinflamatorios no esteroideos (si las crisis son leves o moderadas) o a los triptanos (si son más agudas). Algunos de estos fármacos se pueden combinar dependiendo de la intensidad del dolor, ya que puede durar entre cuatro y 72 horas”, señala el doctor Valentín Mateos, del Servicio de Neurología del Hospital Central de Asturias. En cualquier caso, insiste en que “esta dolencia es muy agradecida a un tratamiento correctamente instaurado”. Una de las últimas novedades para hacer frente a esta afección ha sido el tratamiento con toxina botulínica. “Consiste en hacer infiltraciones a nivel de la circunferencia craneal, en unos puntos determinados, cada tres meses, ya que el efecto de la toxina desaparece. Hasta el momento, los resultados han sido buenos en pacientes con migraña crónica, pero es un tratamiento que todavía no ha sido aprobado y que se aplica como uso compasivo en una minoría de afectados, en los cuales han fracasado todas las terapias posibles”. Puede ser ventajoso en el futuro, aunque “todavía no se deben generar falsas expectativas –advierte el neurólogo, quien insiste en que– si los episodios son de muy larga duración o se repiten con demasiada frecuencia habría que recurrir a los tratamientos preventivos”. Una terapia para prevenir Si ya lo dice el refrán: “Más vale prevenir que curar”. Y en el caso de la migraña, las nuevas terapias farmacológicas ya permiten adelantarse a ella. Aunque el tratamiento agudo de esta patología puede resultar altamente eficaz, no siempre es suficiente para aquellos pacientes que experimentan ataques frecuentes o muy invalidantes. Pero, ¿quiénes deberían recurrir a esta terapia preventiva? En concreto, según el doctor Julio Pascual, del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander, “aunque un 25-30% de pacientes se podrían beneficiar de este tratamiento preventivo debido a la frecuencia de los ataques (más de dos o tres veces cada mes), sólo el 10% recurre a esta terapia. Desgraciadamente, todavía muchas personas consideran esta patología una cuestión banal”. El tratamiento preventivo se puede tomar durante tres, seis o nueve meses, dependiendo del dolor. “En este campo –añade el doctor Mateos– hay varias familias de fármacos (calcioantagonistas, betabloqueantes y neuromoduladores) que se deben tener en cuenta en función de las características del paciente como la edad, las enfermedades concomitantes...”. A juicio del experto, el último que ha demostrado su eficacia frente a la migraña crónica ha sido el topiramato (un neuromodulador comercializado como Topamax) que, además, tiene una ventaja añadida con respecto a otras moléculas para tratar esta dolencia: no engorda. Aunque estas terapias no curan la enfermedad, sí logran reducir la reincidencia de los ataques, al menos a la mitad, lo que mejora de forma significativa la calidad de vida de los pacientes. ¿Y a ti dónde te duele? • Migraña o jaqueca: son las más comunes y afectan al 12% de los españoles. Se caracterizan por un dolor intenso en un lado de la cabeza, que suele ir acompañado de náuseas, vómitos, hipersensibilidad a la luz y a los olores, etc. • Cefalea de tensión: no es muy habitual, ya que se estima que la sufre el 0,5% de la población, pero su intensidad es muy fuerte. Aparece en forma de brotes (una o dos veces al año) y el malestar se puede prolongar durante semanas o meses. El dolor se concentra alrededor de un ojo y es de gran intensidad. • Cefalea en racimos: es el tipo de dolor de cabeza más frecuente y generalmente es de intensidad leve. Suele afectar a ambos lados de la cabeza, centralizado en la nuca o en la frente.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la migraña se sitúa en el puesto número 19 en la clasificación de enfermedades discapacitantes, lugar en el que se estima que el impacto de padecer un ataque migrañoso grave puede ser comparable al efecto que sobre una persona tendría el hecho de ser tetrapléjico o de sufrir esquizofrenia. En esta misma línea, según los resultados del proyecto Concienciación, Información y Educación para Neurología en Migraña (CIEN), casi el 70% de los afectados asegura que este tipo de cefalea influye negativamente en el desarrollo de sus actividades diarias en todas sus vertientes, siendo el trabajo y los estudios las principales áreas afectadas, seguidas del ocio. En el ámbito laboral, cada paciente migrañoso pierde de media entre cinco y siete días de trabajo al año. Pero, el impacto también alcanza el nivel psicológico. La doctora Margarita Sánchez del Río, directora del Programa de Cefaleas del Servicio de Neurología de la Clínica Ruber, asegura que “la depresión y la ansiedad son tres veces más frecuentes entre los pacientes que sufren este tipo de dolor de cabeza que entre la población general. En estos casos también se debe tratar el problema asociado”. Enfermedad discapacitante Pero lo cierto es detrás de todas estas estadísticas se esconde un paciente resignado, ya que sólo unos pocos afectados buscan remedio. El componente hereditario asociado a esta patología puede ser un motivo por el cual el paciente no solicite ayuda. Muchos afectados han visto sufrir a sus madres o a algún familiar y piensan que ellos también tienen que asumir este dolor. Los expertos insisten en que esta actitud es un error y lanzan un mensaje optimista: este trastorno se puede combatir y prevenir. No obstante, el problema no se limita únicamente a que el paciente no solicite ayuda médica. El 40% de los afectados cronifica su enfermedad por el uso incorrecto o el abuso de los tratamientos farmacológicos y el retraso en el diagnóstico. En concreto, todavía pueden pasar de media entre cinco y 10 años hasta que un afectado es diagnosticado. Un tiempo peligroso, porque normalmente se tiende hacia la automedicación, con las graves consecuencias que acarrea. Novedades en el tratamiento Los especialistas insisten en que el diagnóstico y el tratamiento deben ser individualizados, por lo que es clave ir al médico cuanto antes para que el profesional prescriba el mejor medicamento, según las características del paciente. “En principio, para hacer frente a una migraña lo habitual es emplear analgésicos, pero en muchas ocasiones son insuficientes, entonces se debe recurrir a antiinflamatorios no esteroideos (si las crisis son leves o moderadas) o a los triptanos (si son más agudas). Algunos de estos fármacos se pueden combinar dependiendo de la intensidad del dolor, ya que puede durar entre cuatro y 72 horas”, señala el doctor Valentín Mateos, del Servicio de Neurología del Hospital Central de Asturias. En cualquier caso, insiste en que “esta dolencia es muy agradecida a un tratamiento correctamente instaurado”. Una de las últimas novedades para hacer frente a esta afección ha sido el tratamiento con toxina botulínica. “Consiste en hacer infiltraciones a nivel de la circunferencia craneal, en unos puntos determinados, cada tres meses, ya que el efecto de la toxina desaparece. Hasta el momento, los resultados han sido buenos en pacientes con migraña crónica, pero es un tratamiento que todavía no ha sido aprobado y que se aplica como uso compasivo en una minoría de afectados, en los cuales han fracasado todas las terapias posibles”. Puede ser ventajoso en el futuro, aunque “todavía no se deben generar falsas expectativas –advierte el neurólogo, quien insiste en que– si los episodios son de muy larga duración o se repiten con demasiada frecuencia habría que recurrir a los tratamientos preventivos”. Una terapia para prevenir Si ya lo dice el refrán: “Más vale prevenir que curar”. Y en el caso de la migraña, las nuevas terapias farmacológicas ya permiten adelantarse a ella. Aunque el tratamiento agudo de esta patología puede resultar altamente eficaz, no siempre es suficiente para aquellos pacientes que experimentan ataques frecuentes o muy invalidantes. Pero, ¿quiénes deberían recurrir a esta terapia preventiva? En concreto, según el doctor Julio Pascual, del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander, “aunque un 25-30% de pacientes se podrían beneficiar de este tratamiento preventivo debido a la frecuencia de los ataques (más de dos o tres veces cada mes), sólo el 10% recurre a esta terapia. Desgraciadamente, todavía muchas personas consideran esta patología una cuestión banal”. El tratamiento preventivo se puede tomar durante tres, seis o nueve meses, dependiendo del dolor. “En este campo –añade el doctor Mateos– hay varias familias de fármacos (calcioantagonistas, betabloqueantes y neuromoduladores) que se deben tener en cuenta en función de las características del paciente como la edad, las enfermedades concomitantes...”. A juicio del experto, el último que ha demostrado su eficacia frente a la migraña crónica ha sido el topiramato (un neuromodulador comercializado como Topamax) que, además, tiene una ventaja añadida con respecto a otras moléculas para tratar esta dolencia: no engorda. Aunque estas terapias no curan la enfermedad, sí logran reducir la reincidencia de los ataques, al menos a la mitad, lo que mejora de forma significativa la calidad de vida de los pacientes. ¿Y a ti dónde te duele? • Migraña o jaqueca: son las más comunes y afectan al 12% de los españoles. Se caracterizan por un dolor intenso en un lado de la cabeza, que suele ir acompañado de náuseas, vómitos, hipersensibilidad a la luz y a los olores, etc. • Cefalea de tensión: no es muy habitual, ya que se estima que la sufre el 0,5% de la población, pero su intensidad es muy fuerte. Aparece en forma de brotes (una o dos veces al año) y el malestar se puede prolongar durante semanas o meses. El dolor se concentra alrededor de un ojo y es de gran intensidad. • Cefalea en racimos: es el tipo de dolor de cabeza más frecuente y generalmente es de intensidad leve. Suele afectar a ambos lados de la cabeza, centralizado en la nuca o en la frente.
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