No es que yo sea una persona materialista, pero ¡caramba! Después de tantas cosas que pasé cuando me rompió el corazón era para que yo estuviera sentada aún siendo en la misma mesa pero con unas velitas o algún detalle que enriqueciera ese espacio tan alejado de la vista al mar.
“No te diré que luces preciosa porque eso lo sabes”, comenzó diciendo. Yo no me inmuté con su comentario, aunque un porcentaje de lo fabulosa que me veía era para deslumbrarlo. “No, yo no vine a socializar Armando. Vine a escuchar lo que tenías que decir y listo. No se trata de venir a celebrarte lo que me hiciste, sino que entendí que la única oportunidad segura que puedo aceptar ahora mismo es escucharte... lo demás no lo sé”, le contesté. “No sabes lo miserable que me siento de haberte borrado esa sonrisa tan cálida que siempre me brindabas cuando nos veíamos. Mi decisión de irme a España pidiendo mi solicitud de traslado al trabajo, te diré que era una opción que tenía hace más tiempo atrás de la fecha en la que me fui. La verdad es que estando a tu lado, me sentía lleno, enamorado y equilibrado pero, para serte franco, me asusté mucho. No podía creer que tan rápidamente tuve la suerte de dar con esa persona indicada para cada quien. Me llegaron pensamientos de que aún me faltaba vivir, recordé narraciones de experiencias ajenas y antes de darme cuenta, estaba frente a ti diciéndote que me iría a España y me armé de una coraza que esa noche no me permitió sentir. No te niego que una vez allá no me encontraba, sentía que todo me faltaba, que nada lo disfrutaría igual sin ti, pero no podía regresar derrotado con mi decisión fallida acuesta.Mi corazón siempre fue tuyo, nunca dejó de serlo. En ocasiones quise llamarte pero conociéndote como te conozco, sabía que lo que recibiría sería lo que me tengo merecido. Hay una frase que reza “tiempo al tiempo” y en verdad creo que este era el momento indicado para pedirte disculpas y aceptar aquello que quieras darme ahora que he dejado a un lado mi orgullo y acepto mi gran equívoco.”
“no vengo a pedirte una oportunidad, solo vine a disculparme y a decirte que eres la mujer que amo y que si de algo estoy arrepentido en lo que a decisiones en mi vida se refiere, es de haberte dado la espalda por un miedo infundado, por no darme luz verde de seguir adelante con lo que, gracias a Dios encontré a tiempo. Eres la mitad que me está haciendo falta diariamente y a cada instante de mi vida.” Me quedé sin aire y aunque mantuve la expresión de mi rostro sin cambio alguno en su firmeza, coloqué mi mano en su mejilla con una caricia suave y le contesté: “Tus miedos fueron mis miedos pero, no por eso dejé de ser valiente, no dejé de ver lo que a mi lado tenía, las cosas buenas que tienes y que sé que aún conservas.
No te niego que he cambiado, que las cosas no son tan rosa como antes las sentía. No pretendo apostar a que con otra oportunidad las cosas irán de maravilla. Sin embargo, si no doy tregua también nunca lo sabré. Nadie tampoco ha ocupado tu lugar. Hoy en día ni siquiera tú mismo. Por esta y otras razones te propongo que si quieres hacer el intento de conquistarme y de ganarte mi confianza nuevamente, debes saber que no seré tan ingenua ni crédula, de que deberás convencerme de que esta seguridad es para siempre, entonces nos daremos esta oportunidad”. Sin más ni más contestó: “No tengo nada que pensar. Sí. Acepto las condiciones que yo mismo me gané.”Se aproximó a besarme pero lo detuve con un suave “por ahora no, las cosas no serán tan rápido.”Por: Darisho A. Martinez / Editor de Salud.
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